CLARA CAMPOAMOR EN EL 35 ANIVERSARIO DE SU FALLECIMIENTO

EL DELITO LEGALÍSIMO DE SER MASONA


Este mes destacamos en esta tribuna a una de las mujeres más sobresalientes del siglo XX español, una de las pioneras en la defensa de los derechos de la mujer en nuestra sociedad, un ejemplo para muchos entonces y ahora: Clara Campoamor.
Clara Campoamor nació en Madrid el 12 de febrero de 1888. En 1901, al morir su padre, comienza una vida de lucha continuada ayudando a su madre, modista, a llevar la ropa terminada a sus clientes. Siempre en plena autosuperación, trabajó luego como dependienta en un comercio, obtuvo por oposición una plaza como auxiliar de Telégrafos en San Sebastián en 1909 y, en 1914, obtuvo el número una para una plaza de profesora en la Escuela de Adultos en el Ministerio de Instrucción Pública, labor que compagina con tareas de traductora y la secretaría del diario La Tribuna. Retoma el Bachillerato y, una vez terminado, se matricula en la Facultad de Derecho de la Universidad de Madrid, algo insólito entre las mujeres de su tiempo, de manera que en 1925 ya la encontramos ejerciendo como una competente jurista.
Por aquel entonces comienza su actividad política en defensa de los derechos de las mujeres desde el Comité Organizador de la Agrupación Liberal Socialista y, posteriormente, en la Acción Republicana de Manuel Azaña. En ambas formaciones políticas, Campoamor se dibuja como una defensora del republicanismo progresista, en un momento en el que la dictadura tolerada de Miguel Primo de Rivera deterioraba seriamente la monarquía de Alfonso XIII. Suya es la frase: “República, República siempre, la forma de gobierno más conforme con la evolución natural de los pueblos”. El primer intento de proclamación de la segunda República, ocurrido en la guarnición de Jaca en 1930, se saldó con un rotundo fracaso. Clara Campoamor asume entonces la defensa algunos implicados, entre ellos su hermano Ignacio. Por aquel entonces funda la Agrupación Unión Republicana Femenina, si bien no prospera y termina por unirse al Partido Radical de Alejandro Lerroux, con el que obtiene el acta de diputada por Madrid en las elecciones de 1931, tras la caída de Alfonso XIII y la proclamación de la II República. En el hemiciclo se encontraría con Margarita Nelken (del PSOE) y la también masona Victoria Kent (del Partido Radical Socialista). En este triángulo tenemos a las primeras diputadas de la Historia de España.

Las Cortes Constituyentes de la República se vieron ante leyes novedosas en un marco muy amplio de profundas reformas para el país. Se trata así la ley del divorcio, la que permitía la igualdad legal de los hijos habidos dentro y fuera del matrimonio, y se discute la posibilidad de dar el voto a las mujeres, como medio de lograr el sufragio universal. Campoamor defendió siempre esa opción, pero no así Victoria Kent pues, como otros muchos diputados, temía que la gran influencia que la Iglesia Católica ejercía por entonces entre las mujeres de nuestro país favoreciese un voto mayoritariamente reaccionario en las urnas. Finalmente, por muy poco margen, se aprobó que, como en el caso de los hombres, todas las mujeres mayores de 23 años tuviesen derecho a voto. Indalecio Prieto abandonó las Cortes afirmando que aquella medida era una puñalada trapera contra la República.
¿Quiénes tenían razón? En las primeras elecciones en que hubo sufragio femenino, las de 1933, los votos se decantaron por un giro conservador para la República, y supusieron la pérdida de escaños de Kent y Campoamor. Comenzaba el bienio de gobierno de la CEDA de Gil Robles en coalición con el Partido Radical, del que Campoamor se desvincula por entonces. Muchos pensaron que el voto femenino determinó la victoria de la derecha conservadora. Se vio entonces a Campoamor como culpable de ese hecho y, con ello, llegó su defunción política. Sin embargo, en 1936 el voto femenino coadyuvó igualmente al triunfo del Frente Popular, por lo que no cabe pensar en un voto femenino controlado desde los confesionarios, como muchos se empeñaron en afirmar.


En cualquier caso, la defensa hecha por Campoamor de los derechos femeninos le pasaron factura. En 1934 no fue admitida en Izquierda Republicana, como tampoco se le admitió en las listas del Frente Popular para las elecciones de 1936. Luego, tras el golpe de estado militar del 18 de julio de ese año, Clara, amenazada en medio del terror miliciano favorecido por el colapso inicial del Estado republicano, viaja de Madrid a Alicante y, de allí, a Génova y Suiza, donde tuvo oportunidad de reflexionar, desde su sincero republicanismo y su espíritu progresista, sobre la violencia desatada por algunos en nombre de la revolución.


Tan contraria a la dictadura del general Franco como al comunismo, quiso sin embargo volver a España en 1.951, puesto que no tenía delitos que objetivamente lo impidieran. Sin embargo, el régimen franquista vetó su regreso. El Tribunal de Represión de la Masonería adujo que Campoamor era masona y había pertenecido a la Logia Reivindicación, a lo que respondió que “ser masona era un delito legalísimo” cuando ingresó en la Masonería. Se le dio la oportunidad de elegir entre dar los nombres de sus Hermanos o estar doce años en la cárcel, ante lo cual optó por permanecer en el exilio.


No se conoce el expediente de afiliación a la Masonería de Clara Campoamor, aunque Natividad Ortiz Albear, de la Universidad de Salamanca, afirma en “Las mujeres en la masonería durante la Segunda República” (XIII Coloquio Internacional de la AEIHM La Historia de las Mujeres: Perspectivas actuales, Barcelona, 19-21 de Octubre de 2006), que su presencia en las reuniones masónicas está demostrada. Afirma igualmente esta profesora que:


La otra logia de Adopción que existió en Madrid durante la Segunda República fue la logia Reivindicación que dependía de la logia Condorcet también de Madrid, que trabajaba bajo los auspicios de la federación del Gran Oriente Español. Al igual que la logia de Adopción Amor, también contó en sus filas con mujeres muy destacadas en los círculos políticos e intelectuales de la época. Estuvo muy ligada a la República sobre todo en lo que se refiere al mantenimiento de la memoria viva de los símbolos republicanos, encarnados en personajes como Fermín Galán a quien tributan un homenaje el 13 de abril de 1934.”


En esta logia trabajaron importantes mujeres, ejemplos destacados de la intelectualidad femenina de los años treinta en nuestro país (seguir vínculo al trabajo de Ortiz Albear). Vuelta al exilio, Clara Campoamor trabajó en un bufete de abogados de Lausana, y murió de cáncer en abril de 1972 con 84 años.